domingo, 9 de noviembre de 2008


Desde el Lago Quillén, una Postal del Volcán Lanín (Neuquén). Septiembre 2008.

Portafolios: un recurso informático para la evaluación

La incorporación de portafolios como un recurso tecnológico de interesante proyección en el proceso de evaluación se sostiene al concebir a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como ámbitos propicios para la resignificación de las propuestas pedagógicas.
Entendiendo a la evaluación como proceso a partir del cual la obtención de información permite emitir un juicio de valor acerca de un aspecto de la realidad en la cual se interviene: el proceso didáctico, la implementación pertinente de portafolios electrónicos acompañará dicho proceso enriqueciendo la propuesta.
Es necesario definir en palabras de Agra[1] al portafolio como una recopilación sistemática y deliberada de diversos documentos: viñetas, artículos, prensa, publicidad, páginas web, notas de campo, diarios, relatos, que evidencian el proceso único y creativo del alumno esbozando su propio recorrido de aprendizaje.
Acompañando esta mirada se sostiene que la evaluación no surge como algo aislado, no tiene sentido en sí misma ni puede concebirse al margen de los procesos de aprendizaje y de enseñanza, sino que aparece como un elemento más de ambos procesos, conectada de manera constante con la dinámica general del aula y con su capacidad para influir sobre ella.
Es así como la evaluación adquiere sentido al suministrar información sobre cómo van desarrollándose los acontecimientos en el aula, tanto en lo que se refiere a la marcha general del proyecto educativo como a la dinámica general del grupo de alumnos con los que estamos trabajando y al proceso que cada alumno va desplegando durante su propio aprendizaje.
De esta manera, señalando en palabras de A Fernández, la incorporación de portafolios “entendidos como una metodología que tiene como función proveer una retroalimentación significativa para mejorar el aprendizaje del alumno dentro de las prácticas de enseñanza, facilita el análisis conjunto y la reconstrucción de aprendizajes mediante la interpretación compartida de los datos recogidos por el profesor y el estudiante.”[2]
La evaluación de diferentes documentos que conforman el portafolio, entre otros recursos, permite comprobar hasta que punto son viables y funcionales aquellas premisas pedagógicas de las que partimos al diseñar nuestro proyecto educativo.
Desde esta perspectiva acuerdo con las consideraciones de esta autora cuando afirma que “el portafolios abre al docente la posibilidad de hacer un seguimiento a los procesos cognitivos que se van desarrollando en los estudiantes durante el transcurso de la escolaridad. Constituye una oportunidad para organizar la instrucción conjuntamente con los estudiantes y enriquecer de ese modo la visión que se tiene del contenido y de las estrategias de enseñanza así como del proceso de aprendizaje”.
Entre las consideraciones didácticas en torno a la evaluación cabe mencionar al conjunto del proceso didáctico del que forma parte: de alguna manera los principios educativos que subyacen en nuestras prácticas docentes serán los que le den sentido a la evaluación. Por ello, la evaluación no es sino el reflejo de las concepciones pedagógicas que sostienen al proceso educativo desarrollado, y por ende, la relevancia que se le otorgue a la incorporación pertinente de los recursos digitales que aportan las nuevas tecnologías.
La riqueza del uso de este recurso digital, como otras propuestas que se sostienen desde el aprendizaje combinado (presencial y on-line), posibilita que docentes y alumnos conozcan el progreso y el proceso que cada uno realiza en la apropiación y construcción de conocimiento, reconsidera el protagonismo de los estudiantes, demuestra el nivel de profundización de los conocimientos abordados, la adquisición de habilidades relacionadas con esos conocimientos, convirtiéndose en un recurso didáctico que posibilita la resignificación del recorrido personal realizado y los reajustes pedagógicos necesarios.
Uno de los aspectos que ha de establecerse en la propuesta pedagógica es cómo desarrollar la evaluación de manera tal que sea congruente y funcional con todo el conjunto que constituye el proyecto educativo.
En esta conexión y congruencia entre proyecto didáctico y evaluación radicará la pertenencia de la evaluación: ser funcional, es decir que cumpla la función que debe cumplir manteniéndonos informados sobre la marcha de los procesos de aprendizaje y de enseñanza; y ser válida, informándonos realmente de aquello sobre lo que queremos y necesitamos estar informados.[3]
La propuesta de clasificación de Danielson[4] distingue portafolios: de trabajo, de presentación y de evaluación, que se diseñan y utilizan según la finalidad de cada planificación áulica en la que diagnosticar, documentar o reconocerse en el proceso de aprendizaje requiere de una modificación en la manera de concebir el aprendizaje y las estrategias de enseñanza.
Este autor define a los portafolios de trabajo como aquellos en los que se recaban todas las producciones, reservorios de los trabajos que constituirán a los portafolios de presentación y evaluación. Los primeros exhiben aquellos trabajos que el alumno considera relevantes y que ha decidido compartir por el nivel de realización alcanzado. Mientras que los segundos constituyen una demostración de los conocimientos aprendidos.
Tanto unos como otros permiten al estudiante reconocer sus avances, logros y debilidades retomando sus producciones, reconstruyendo su propio proceso de aprendizaje, comparando sus producciones con las de otros, enriqueciéndose con el intercambio, el debate y fundamentalmente la reflexión. De esta manera no sólo se convierte en un interesante insumo en el momento de la acreditación de saberes, como instancia de evaluación sumativa (producto), sino que acompaña el proceso que toda evaluación formativa lleva implícito.
Detenerse a revisar el propio recorrido teniendo como testigo los diversos documentos que se han realizado y que han conformado el portafolio, habilita esencialmente que los procesos de metacognición tengan lugar, propiciando instancias superadoras de aprendizaje necesarias ante una realidad que requiere de estudiantes que asuman su lugar como ciudadanos con capacidad crítica para analizar, interpretar y actuar en sociedad.
Los requisitos de la metacognición me encuentran, hoy reflexionando acerca de mi propio recorrido de aprendizaje. Mi propio portafolios se ha convertido en estos momentos del curso en un borrador de notas, síntesis de textos leídos, esbozos de escrituras y reescrituras que comparto con mis compañeros del grupo del taller de proyectos, o que leo y releo con el propósito de mejorar los artículos del posteo obligatorio a la espera de la devolución que realice mi tutora en el espacio del portafolios “formal” de esta propuesta.
Sólo decido la difusión de los escritos supuestamente terminados, resguardando notas y borradores que demuestran los procesos de apropiación de los conocimientos que se abordan desde cada módulo y desde cada actividad. Develarlos no es fácil, constituyen un diario de viaje emprendido en la primera sesión del curso que transito por momentos superadores y otros no tanto, en el recorrido de cada propuesta de trabajo.

Cris C

[1] AGRA M. J., GEWERC, A., MONTERO, L (2002) El portafolios como herramienta de análisis en experiencias deformación on line y presenciales. Universidad de Santiago de Compostela
[2] FERNÁNDEZ, A. - MARTÍNEZ, A. Portafolios convencional y portafolios electrónico: una experiencia de aula. Disponible en URL:http://www.revele.com.ve//pdf/akademos/vol3-n1/pag59.pdf
[3] CAMILLONI, A. Y OTRAS (1998), La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo, Paidós, Buenos Aires
4 DANIELSON, CH. (1997), Una introducción al uso del portafolios en el aula, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires